Hoy en día, el cultivo de una planta de tomate no tiene secretos. Los que quieran iniciarse en él disponen entonces de toda una serie de consejos que da poco espacio a la ligereza o a la improvisación. Así, querer consumir tomates sanos implica tomarse en serio todas las etapas del cultivo, desde la siembra hasta la cosecha. Es bueno saber también que la tomatera, que produce esos frutos tan apreciados por su pulpa espesa y consistente, es una planta herbácea cuyas partes aéreas mueren después de la fructificación.

Un tomate fresco, sin manchas y bien rojo pone de manifiesto la atención que recibió la planta durante el cultivo. En cambio, un tomate menos atractivo y de menor calidad gustativa será resultado del trabajo de un agricultor inexperto o mal informado y que ha sido negligente. Por lo tanto, para evitar tener malas cosechas es conveniente seguir los siguientes consejos, que le permitirán disfrutar y aprovechar al máximo el cultivo de sus plantas de tomate.

Especificidad del tomate

La tomatera forma parte de las plantas con flores monopétalas. Su cultivo está muy extendido y se consume de varias formas. Los principales atractivos del tomate son su carne abundante, su alto contenido en vitaminas y el hecho de que no es sometido a ninguna transformación antes de llegar al consumidor.

De la siembra a la plantación en tierra

El período de siembra y germinación de tomateras comienza en enero y finaliza en marzo. Como se trata de plantas que crecen bien en temperaturas de entre 18°C y 22°C, se recomienda iniciar la siembra entre estos dos meses, y también hay que evitar sembrar las semillas de tomate en un medio en el que la temperatura ambiente esté por debajo de 10°C.

Las semillas de tomate deben sembrarse en una maceta con tierra enriquecida con abono, que se puede comprar en los comercios; hay que colocar dos o tres y enterrarlas bien. En general, no tardarán mucho tiempo en germinar, pero de todas formas conviene trasplantar las plántulas en macetas antes de ponerlas definitivamente en la tierra. Esta última operación se lleva a cabo a partir de abril y se termina a mediados de junio.

El primer paso para la plantación es la preparación del terreno de cultivo: expuesto al sol, el suelo debe ser enriquecido con fertilizantes, layado y regado todos los días. La siguiente etapa es plantar las tomateras en hileras, dejando a una distancia de un metro entre cada una. Al interior de cada fila, la distancia ideal entre plantas es de medio metro. Para proceder a la plantación hay que enterrar bien las raíces, y luego regar, haciendo todo lo posible para evitar mojar las hojas.

El rodrigonado al final de la estación

La cosecha de tomates se realiza desde la tercera semana de agosto y se extiende hasta finales de octubre. Sin embargo, previamente hay que llevar a cabo acciones específicas para que los frutos a cosechar sean vigorosos y de buena calidad. Estas operaciones incluyen el rodrigonado, la poda, el deschuponado y el riego regular. El rodrigonado comienza entre los 10 y 15 días después de la plantación en la tierra, y consiste simplemente en clavar en el suelo una varilla de hierro, que servirá como sostén a la planta de tomate. La planta debe ser atada a la varilla con rafia para que crezca bien recta y hacia arriba. Estos es necesario para que las hojas y frutos no entren en contacto con el suelo, lo cual evita la podredumbre y varias enfermedades.

La poda implica cortar los brotes laterales a fin de promover la penetración de la luz solar, necesaria para la fructificación, pero debe realizarse con cuidado. Al podar asegúrese de cortar únicamente las hojas que sean un obstáculo para la penetración de la luz. El objetivo de la operación es conservar un máximo de tres tallos liberados de chupones, que podrían reducir la cosecha.

Una vez realizadas estas tareas, hay que regar el terreno calculando 2 litros de agua por planta cada 5 días. Las plantas de tomate crecen bien en suelos con buen drenaje, y es bueno saber que la falta de agua impide que la planta obtenga los nutrientes necesarios para su desarrollo, lo que tendrá como consecuencia que la planta se marchite. El riego se debe hacer con purín de consuelda (para la fructificación) y fósforo (para el crecimiento de las raíces). Después de dos meses de cosecha, asegúrese de librar la planta de hojas amarillas y enfermas o en contacto directo con el suelo para promover la maduración de los últimos tomates antes de las heladas, que marcan el final de la estación.

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Publicado en Los tomates por Alejo el 07 Sep 2011