El mango, que posee un follaje importante útil para dar sombra, es un árbol frutal de origen asiático que posee muchas propiedades medicinales y que es agradable de ver, tanto en una veranda, como elemento decorativo, que como planta de jardín. Sus hojas, corteza y savia son muy utilizadas por la medicina tradicional, y su fruto entra en la composición de muchas bebidas no alcohólicas, de bebidas destiladas y de licores.

Originalmente plantado por su fruto, que constituye un postre delicioso, el árbol de mango se cultiva hoy en día tanto por su aspecto decorativo que por sus propiedades naturales, muy apreciadas en el área farmacéutica y en la industria.

Presentación del mango

Muy sólido y a menudo centenario, el mango es un árbol excepcional que crece hasta de 30 metros de altura. Aunque puede soportar hasta una temperatura ligeramente por debajo de -1ºC, crece mejor en áreas tropicales, donde hay alternancia entre estaciones húmedas y secas. Los frutos, que aparecen entre el sexto y el décimo año, son de color verde, amarillo, naranja o rojo dependiendo de la variedad cultivada, y pueden pesar hasta dos kilos cada uno. Su follaje está compuesto de grandes hojas delgadas y verdes, y puede alcanzar hasta treinta centímetros de longitud. El árbol de mango por lo general se desarrolla durante la estación seca, entre su tercer y su sexto año. Su enraizamiento es muy profundo en suelos proporcionalmente amplios: esto le permite impregnarse del agua de los sedimentos inferiores y aprovechar los nutrientes de los sedimentos superiores; debe señalarse, sin embargo, que las plantas jóvenes contienen muy poca agua.

Germinación del mango

El primer paso en la plantación de un mango es lavar y dejar secar al sol un hueso de mango durante unos días; el secado del hueso permite evitar el crecimiento de moho, que puede atacar el embrión. El resultado esperado es conseguir una semilla de hueso seca y áspera al tacto, que hay que abrir realizando una incisión con un cuchillo, retirando luego con cuidado la cáscara exterior dura que protege al embrión. Se debe tener cuidado de no dañar el embrión, ya que a veces está pegado a la envoltura. Luego hay que cortar una botella de plástico por la mitad, para utilizar el fondo como un depósito en el que se colocará tierra mezclada con mantillo ligero. El embrión se implanta a continuación en la mezcla así obtenida. Al implantar el embrión, hay que dejar que sobresalga un poco de la tierra la parte superior, para evitar que el brote se aplaste al crecer, y después regar abundantemente. El paso siguiente es exponer la maceta a la luz solar directa cada vez que haga buen tiempo, para que el suelo de cultivo esté lo suficientemente caliente. Por la noche, es aconsejable llevar la maceta al interior para evitar que la plántula sufra la baja de temperatura nocturna. Una vez que la tierra comienza a secarse en la superficie, se la debe regar razonablemente. Después de dos o tres semanas, el suelo se abrirá para revelar una raicilla. Desde entonces ya no hace falta poner la maceta a pleno sol, sino colocarla en el patio o terraza a la sombra, en un espacio muy luminoso. Unos días más tarde, un tallo vigoroso comenzará a levantar el suelo; en lo días subsiguientes el tallo será cada vez más alto y comenzarán a crecerle hojas, primero rojizas y luego verdes. Cuando las hojas estén completamente verdes, usted podrá volver a colocar la maceta en el sol. El mango pasa las tres estaciones menos frías al exterior, y luego es mejor llevarlo a la veranda en invierno para que siga creciendo. Usted también puede poner la plántula que parezca más sólida en un recipiente más grande, que se pueda llevar fácilmente al interior a un rincón húmedo y con sombra y que hay que iluminar de vez en cuando con una lámpara. El futuro árbol de mango crecerá normalmente, y se le podrá dar un tamaño adecuado podándolo con regularidad para que ramifique. El árbol en crecimiento tendrá más hojas en su extremo superior que crecerán progresivamente, y el tallo comenzará a oscurecerse antes de tomar la forma de un tronco de árbol.

Mantenimiento del mango

En su etapa juvenil, el mango es una planta muy sensible que contrae enfermedades fácilmente. Por lo tanto, se recomienda ponerlo en un terreno soleado, luminoso, cálido y con buena tierra. El árbol de mango necesita además recibir agua en cantidad suficiente, sin lo cual las hojas se vuelven amarillas y la planta puede morir. Al principio, conviene regarlo todos los días para luego pasar a una frecuencia de una vez cada tres días, con el fin de mantener el suelo húmedo. Por otro lado, los hongos y los insectos pueden inhibir el crecimiento del mango. Para remediar esto, se recomienda protegerlo rociando productos fitosanitarios, pero se aconseja limitar al máximo el uso de productos químicos que puedan alterar significativamente la actividad de las moscas y las abejas, que se encargan de su polinización. Por último, para facilitar la floración del mango es conveniente aclarar la copa podándola regularmente.

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Publicado en Árboles exóticos por Alejo el 10 Jun 2011