Las malas hierbas son generalmente invasivas, prolíficas y vigorosas, y tienden a prevalecer con frecuencia.  Frente a esta competencia, las plantas de jardín se ven asfixiadas y privadas de los elementos vitales que necesitan. La eliminación de estas malezas se hace entonces imprescindible. Para ello, hay diferentes métodos. Siempre será posible eliminarlas arrancándolas manualmente, pero existen otros medios menos laboriosos y más eficaces para desherbar.

La eliminación de las malezas es tan esencial para las plantas como el riego o el suministro de fertilizantes. Por ello, es importante tomar las medidas apropiadas para combatir eficazmente contra las malas hierbas.

El porqué del deshierbe

Gramas, dientes de león, llantenes, corregüelas, tréboles, margaritas, cardos, colas de caballo, musgos y otras plantas se encuentran entre las malas hierbas que invaden nuestros jardines. Estas especies perturban la armonía de los jardines, pero más grave aún es que perjudican a las plantas cultivadas al competir con ellas por la luz, los nutrientes y el agua, y por otra parte pueden ser vectores de diversas enfermedades. Estas plantas invasoras son particularmente resistentes y algunas resisten incluso el invierno.

Por si esto fuera poco, pueden además producir semillas varias veces en un año, suelen crecer rápidamente y son difíciles de eliminar. La mejor manera de luchar contra las malas hierbas es principalmente la prevención. Esto comienza por espaciar adecuadamente las plantas, tanto para permitirles de disponer de un espacio vital como para facilitar las operaciones de escarda y bina. Por otra parte, al cubrir los pies de la planta (con paja o residuos de papel) no sólo se limita la evaporación del agua de riego, sino que también se impide el crecimiento de plantas indeseables, que no tendrán luz suficiente. Por otra parte, algunos jardineros afirman que la presencia de ciertas plantas como los claveles dificulta la proliferación de malas hierbas.

Los métodos de control de malezas

Si no se ha podido realizar acciones preventivas habrá que proceder al deshierbe propiamente dicho. Para respetar la naturaleza, lo mejor sería hacerlo manualmente, arrancando las plantas indeseables desde la raíz, con la mano, con una azadilla o una escardadora. Por supuesto que se las podría cortar con una hoz o podarlas, pero las bases y las raíces que sobrevivirán podrán reproducirse. Hay que proceder al deshierbe desde la aparición de las malezas, cuando las plantas no están aun firmemente arraigadas, y las semillas no han tenido tiempo de formarse, por lo que no hay riesgo de dispersarlas. Para facilitar el trabajo, hay que proceder al deshierbe después de regar, cuando el suelo es más blando y arrancar de raíz las plantas es más fácil.

Sin embargo, como este método puede ser un tanto arduo, pueden tenerse en cuenta otras formas de proceder. Una alternativa es regar las malas hierbas con agua caliente o hirviendo. Lo mejor es utilizar el agua de cocción de patatas, arroz o pasta, para que el efecto sea más rápido. La sal y el vinagre también se reconocen como potentes herbicidas, lo mismo que el cloro, el sulfato de hierro, la cal o la ceniza. De hecho, las recetas contra las malas hierbas son numerosas, pero hay que asegurarse de controlar las proporciones. Por otra parte, siempre existe el riesgo de que elimine tanto las malezas como sus propias plantas.

Los dos métodos presentados anteriormente, muy económicos, son adecuados para áreas pequeñas. En cambio, para superficies más importantes conviene utilizar métodos específicos. Así, algunos jardineros queman las malezas con un soplete, pero esta operación conlleva riesgos, principalmente de incendio. Lo mejor es optar por herbicidas térmicos, que pueden encontrar fácilmente en el comercio y son mucho más prácticos y respetuosos del medio ambiente porque no utilizan ningún producto químico. Estos herbicidas pueden ser a llama, a vapor o infrarrojos, y matan a la planta secándola.

El último método es el uso de herbicidas químicos, selectivos o de amplio espectro, que pueden ser absorbidos por las hojas o las raíces y se dividen también en persistentes (también llamados residuales, que eliminan la planta e impiden el rebrote y la germinación) o no residuales (el producto no permanece en el suelo, por lo que una nueva generación de plantas invasoras puede crecer). Estos herbicidas pueden ser líquidos o sólidos (granulados o en polvo, a utilizar directamente o a diluidos en agua), y hay que esparcirlos o volcarlos en el suelo. Su eficacia es evidente, pero con el tiempo las plantas pueden \”acostumbrarse\” a los principios activos, sufrir cambios genéticos y volverse menos reactivas a ellos. Por otra parte, se trata de productos químicos que no se eliminan fácilmente, por lo que su uso contribuye a la contaminación del medio ambiente.

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Publicado en Abecé del jardinero por Alejo el 14 Jun 2011