Las hortalizas de verano, que aportan vitaminas y otras sustancias benéficas, requieren un cuidado especial durante el cultivo. En efecto, los tomates, las judías verdes, los repollos, las berenjenas y los pimientos, entre otras hortalizas, necesitan la atención del jardinero. También es imprescindible respetar un calendario y un enfoque específicos para cada tipo de verdura. De todos modos, el consumo de hortalizas de verano contribuye a la protección del medio ambiente y hace que diversos pequeños productores puedan mantenerse en actividad.

El verano ofrece una buena oportunidad para renovar sus hábitos culinarios, ya que la llegada del buen tiempo trae consigo una gran cantidad de hortalizas. Algunas personas prefieren los tomates, típicos en las ensaladas de verano, mientras otras se inclinan por las berenjenas. Cualquiera sea su elección, toda persona interesada por la producción y la cosecha debe saber que todas las hortalizas de verano tienen un calendario a respetar y requieren un cuidado especial.

Las hortalizas de verano, puras ventajas

En verano, comer hortalizas de temporada es una manera de participar en la protección del medio ambiente. En efecto, comprando las hortalizas en el mercado promovemos el consumo de productos locales, que no habrán tenido que viajar para llegar al puesto de venta. Menos transporte implica menos costos y menos polución. A estas ventajas puede sumarse la ausencia de conservantes y pesticidas. Comprar hortalizas frescas a un productor es también una manera de garantizar la viabilidad de la actividad de los hortelanos, cada vez más difícil frente a la competencia de los supermercados. Desde el punto de vista individual, consumir hortalizas de verano permite recibir las vitaminas que el cuerpo necesita. El tomate, por ejemplo, la hortaliza de verano por excelencia, es muy rico en licopeno y vitamina C (20 mg cada 100 g para esta última). Los tres tipos de pimientos también son proveedores de vitamina C, pero además presentan una tasa muy elevada de beta-caroteno, que combinado con la vitamina C ayuda a fortalecer el sistema cardiovascular y disminuye las posibilidades de contraer cataratas. Las judías verdes, otras hortalizas de verano, también proporcionan un importante aporte de vitaminas como la C, la B y la B9. De manera general, el consumo de hortalizas de verano proporciona vitalidad y dinamismo, pero antes de poder degustarlas hay que plantarlas, mantenerlas y finalmente cosecharlas.

Algunos consejos para la producción de hortalizas de verano

El primer paso es la siembra. Esta operación consiste en sembrar las semillas de las hortalizas que queremos obtener, pero cada hortaliza tiene un método en particular. Las zanahorias y las espinacas, por ejemplo, requieren que las semillas sean sembradas en el fondo de un surco húmedo. Los nabos, la lechuga de otoño y los rábanos de invierno, por su lado, se siembran simplemente en tierra. A partir de la aparición de las primeras plántulas se deben llevar a cabo varias operaciones de mantenimiento. Una de ellas es el aclareo, que consiste en arrancar algunas plantas para que las restantes aprovechen al máximo los nutrientes del suelo. También un riego correcto, por supuesto, es necesario para obtener con éxito una buena producción. Algunos insectos tienen la mala costumbre de invadir los huertos, pero no todos son dañinos.
 
En su momento llegará la cosecha, el momento de la recompensa del horticultor, pero también en esa etapa cada vegetal tiene sus peculiaridades en cuanto a la manera de proceder. La remolacha, por ejemplo, debe cosecharse cuando las raíces se hacen visibles. En el caso del repollo de hoja lisa o de la col de Milán, es necesario dejar el cogollo en el suelo para que retome en seguida su crecimiento. Todos estos vegetales se cosechan entre julio y octubre, y deben ser consumidos dentro de los dos o tres días posteriores a la cosecha. De no ser posible se los puede convertir en conservas y dejarlos para los días fríos de invierno.

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Publicado en Hortalizas de verano por Alejo el 15 Jun 2011