La glicina es una enredadera leñosa de exterior que produce hermosas flores en racimos cuyo color varía según la especie. Se trata de una planta fácil de cultivar cuyo crecimiento requiere suelos que no sean demasiado ricos y que no necesita cuidados particulares, más allá de las podas regulares después de cada floración o durante el período de latencia. Se beneficia del sol y sus botones florales soportan mal las heladas y los vientos fríos.

La glicina es una planta introducida en Europa alrededor de 1830. Su nombre, que proviene del griego y significa suave o dulce, se le atribuyó a causa de las sustancias mucilaginosas que contiene. Esta trepadora leñosa de la familia de las fabáceas o leguminosas pertenece al género Wisteria. Entre las diferentes especies, las más cultivadas son la glicina o visteria china (Wisteria sinensis), la glicina japonesa o wisteria japonesa (Wisteria floribunda) y la wisteria de EEUU (la Wisteria frutescens o Wisteria speciosa), descubierta en 1724. Por lo general florecen de abril a junio y dan flores papilionáceas, que varían según la especie y pueden ser blancas, rosas, azules, violetas o azul-violáceas y estar ligeramente perfumadas en algunos casos. Las hojas también varían de acuerdo a la especie, y evolucionan de acuerdo a las estaciones del año: en primavera son de un verde suave, en verano se vuelven más oscuras, en otoño toman matices dorados y en invierno se caen.

Las condiciones para el cultivo de glicina

La glicina no es una planta exigente, y se puede plantar cuando no hay heladas, preferentemente en primavera de marzo a junio o en otoño de septiembre a noviembre. Para cultivar varios ejemplares es indispensable respetar una distancia de 400 cm entre las plantas. Es aconsejable plantarla en un suelo relativamente arenoso, pobre en calcáreo o ligeramente ácido para promover la floración y evitar que las hojas se vuelvan amarillas. La glicina se beneficia del sol y por ende crece muy bien en un lugar soleado. Es importante tener en cuenta que el frío, el viento y las heladas pueden dañar las yemas o retrasar la floración.

Cómo hacer crecer la glicina

Para la siembra se puede utilizar un recipiente al que se le haya agujereado el fondo para favorecer el drenaje y que hay que rellenar con mantillo previamente humedecido. A continuación hay que hacer pequeños hoyos bien centrados en la tierra, poner dos o tres semillas en cada uno y recubrir con tierra apisonando ligeramente. El último paso es cubrir todo con un vidrio para que las semillas reciban calor durante la germinación. Cuando las plántulas tengan por lo menos tres hojas habrá que colocarlas en otro recipiente más grande para permitir que se desarrollen mejor. Una vez que ya no haya más heladas, alrededor del mes de mayo, será posible trasplantar las plantas jóvenes a tierra, teniendo cuidado de que la temperatura esté por encima de 20°C. Por otra parte, también se puede multiplicar la glicina recurriendo a la acodadura, que se practica principalmente en la primavera. Para proceder hay que elegir una rama sólida de 5 cm de diámetro, retirar una parte de la corteza y colocar un poco de hormona de enraizamiento antes de cubrirla con musgo húmedo y un plástico perforado. Cuando aparezcan las raíces hay que cortar la rama y plantarla en un suelo con buen drenaje para promover su crecimiento.

El mantenimiento de la planta

Cuando la planta alcance una buena altura habrá que sostenerla con un rodrigón bien recto. Si tiene varios tallos se los puede trenzar en torno al rodrigón y luego dejar que se desarrollen hasta la altura deseada. El tronco puede podarse a una altura de entre 2 y 2,50 m si la planta se cultiva en el suelo, y un poco menos si está en maceta. Para ello hay que eliminar todos los tallos y las hojas en el tronco y dejar las últimas ramas y brotes de la parte superior, que así podrán desarrollarse para formar una buena estructura, que habrá que podar luego abatiendo los brotes laterales. Cuando la glicina está bien cultivada puede crecer hasta 2 metros por año. Los ejemplares adultos llegan a un mínimo de 10 metros, y en algunos casos pueden alcanzar hasta 30 metros. Es imprescindible supervisar el vigor de sus tallos; si no son lo suficientemente fuertes es esencial sostenerlos cuidadosamente con ayuda de un soporte. La glicina puede combinarse con otras plantas vigorosas como los rosales trepadores para dar aún más colores al jardín. Si el follaje se ennegrece o al contrario se pone blancuzco, , es aconsejable regar la planta con un producto contra la clorosis. Después de la primera floración se puede enmendar el suelo con un poco de fertilizante rico en fósforo pero pobre en nitrógeno. Las ramas supernumerarias o molestas deben ser podadas.

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Publicado en Enredaderas por Alejo el 25 Jul 2011